ENTREVISTA
Dante Caputo - Coordinador del proyecto
Democracia en América Latina, Argentina
"Para que la democracia no pierda
su legitimidad, hay que destruir el mecanismo
que en América Latina la vincula a pobreza y desigualdad"
Por Antonino
Condorelli
En su exposición, usted habló
de unos peligros que acarrean el riesgo de una “muerte lenta
de la democracia”. ¿Cuáles son estos peligros en América
Latina?
Antes que nada, al decir esto no quise ser pesimista,
simplemente proporcionar una advertencia para la acción.
Este es el continente más desigual del planeta: en 20 años
de democracia la desigualdad no disminuyó. Vivimos, paradójicamente,
en uno de los continentes más “democráticos” y más pobres
del mundo. Excepto en muy pocos países, la pobreza no se
redujo de forma significativa: como promedio regional, ¡la
disminución es de apenas 2 puntos en 20 años! Por lo tanto,
esta es la vida cotidiana. Si la democracia se separa de
su finalidad que es la de ser un método para vivir mejor
la vida cotidiana, si se habla de derechos pero estos no
son parte de la existencia de las personas, se puede mirar
a la democracia como a una liturgia, como un rito, haciendo
con que su legitimidad y su apoyo pierdan fuerza. Porque
la democracia no le conviene a todos, hay quienes pierden
poder con ella. Entonces el riesgo está en no atacar el
triángulo democracia-pobreza-desigualdad que es una combinación
singular, particular y nueva de América Latina.
¿Dónde fallaron las democracias
latinoamericanas en la realización del pasaje entre el declarar
a las personas portadoras de derechos y el hacer con que
ellas los ejerzan concretamente en sus vidas?
Fallar quiere decir fracasar, y yo no digo que las democracias
latinoamericanas fracasaron, pues lograron de todas formas
cosas muy importantes. Pero, como bien dijo el Presidente
Lula en la abertura de esta conferencia, lo que tenemos
que mirar es a la insatisfacción. La democracia tiene que
responder a insatisfacciones cada vez nuevas. La falla está
en la falta de derechos sociales, de ciudadanía social y
no meramente civil y política. La pobreza no disminuyó casi
nada, la indigencia es espantosa, está en casi 20%: uno
de cada cinco latinoamericanos no tiene calorías suficientes
para alimentarse. Hay 214 millones de pobres en el continente
que no tienen la necesidades básicas resueltas. Hay derechos
civiles no completos. Sin embargo, no me gusta hablar de
fallar, sino de pensar cuáles son los desafíos. Y ellos
son pensar un Estado nuevo, que no vuelva al Estado grande
del pasado ni al “Estado mínimo” de los Noventa. El desafío
es pensar un Estado para la democracia y una economía para la democracia: estos son los dos grandes
temas que, en mi opinión deberían fundamentar el pensamiento
y la acción política en América Latina.
Su país, la Argentina, representa
la encarnación más significativa del modelo económico que
dominó el continente durante la última década, que consistió
en la reducción drástica del papel del Estado en los procesos
económicos y sociales y cuyas consecuencias fueron catastróficas.
¿La manera en que el país está saliendo paulatinamente de
este modelo a través de las políticas del Presidente Néstor
Kirchner puede servir de modelo para el resto de Latinoamérica?
No creo, básicamente es un modelo para la Argentina.
El de Kirchner es un gobierno que sale de una crisis inmensa.
Se puede estar contra o a favor de el, dependiendo de la
posición política de cada uno, pero nunca hay que olvidarse
de que es un gobierno que hay que contrastar a la situación
de total desintegración del Estado y de casi anarquía que
vivió Argentina en 2001. Una situación que ciertamente,
en parte, fue consecuencia de las políticas del gobierno
de la época, pero sobretodo fue el producto de la deuda
social y los errores acumulados a lo largo de una década,
de una política económica que vivió con tarjeta de crédito.
Lo que explotó en Argentina es un método de desarrollo económico
que terminó generando una inmensa frustración social. Por
lo tanto, la receta Kirchner no es una receta para Latinoamérica,
aunque sí tiene elementos que me parecen muy importantes:
una apuesta fuerte por la integración del continente y para
la resolución de los problemas económicos teniendo como
perspectiva las consecuencias sociales de las recetas económicas.
Esperemos que estas apuestas tenga éxito.
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