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Tecido Social
Correio Eletrônico da Rede Estadual de Direitos Humanos - RN

N. 100 – 03/12/04

ENTREVISTA

Dante Caputo - Coordinador del proyecto Democracia en América Latina, Argentina

"Para que la democracia no pierda su legitimidad, hay que destruir el mecanismo que en América Latina la vincula a pobreza y desigualdad"

Por Antonino Condorelli

En su exposición, usted habló de unos peligros que acarrean el riesgo de una “muerte lenta de la democracia”. ¿Cuáles son estos peligros en América Latina?

Antes que nada, al decir esto no quise ser pesimista, simplemente proporcionar una advertencia para la acción. Este es el continente más desigual del planeta: en 20 años de democracia la desigualdad no disminuyó. Vivimos, paradójicamente, en uno de los continentes más “democráticos” y más pobres del mundo. Excepto en muy pocos países, la pobreza no se redujo de forma significativa: como promedio regional, ¡la disminución es de apenas 2 puntos en 20 años! Por lo tanto, esta es la vida cotidiana. Si la democracia se separa de su finalidad que es la de ser un método para vivir mejor la vida cotidiana, si se habla de derechos pero estos no son parte de la existencia de las personas, se puede mirar a la democracia como a una liturgia, como un rito, haciendo con que su legitimidad y su apoyo pierdan fuerza. Porque la democracia no le conviene a todos, hay quienes pierden poder con ella. Entonces el riesgo está en no atacar el triángulo democracia-pobreza-desigualdad que es una combinación singular, particular y nueva de América Latina.

¿Dónde fallaron las democracias latinoamericanas en la realización del pasaje entre el declarar a las personas portadoras de derechos y el hacer con que ellas los ejerzan concretamente en sus vidas?

Fallar quiere decir fracasar, y yo no digo que las democracias latinoamericanas fracasaron, pues lograron de todas formas cosas muy importantes. Pero, como bien dijo el Presidente Lula en la abertura de esta conferencia, lo que tenemos que mirar es a la insatisfacción. La democracia tiene que responder a insatisfacciones cada vez nuevas. La falla está en la falta de derechos sociales, de ciudadanía social y no meramente civil y política. La pobreza no disminuyó casi nada, la indigencia es espantosa, está en casi 20%: uno de cada cinco latinoamericanos no tiene calorías suficientes para alimentarse. Hay 214 millones de pobres en el continente que no tienen la necesidades básicas resueltas. Hay derechos civiles no completos. Sin embargo, no me gusta hablar de fallar, sino de pensar cuáles son los desafíos. Y ellos son pensar un Estado nuevo, que no vuelva al Estado grande del pasado ni al “Estado mínimo” de los Noventa. El desafío es pensar un Estado para la democracia y una economía para la democracia: estos son los dos grandes temas que, en mi opinión deberían fundamentar el pensamiento y la acción política en América Latina.

Su país, la Argentina, representa la encarnación más significativa del modelo económico que dominó el continente durante la última década, que consistió en la reducción drástica del papel del Estado en los procesos económicos y sociales y cuyas consecuencias fueron catastróficas. ¿La manera en que el país está saliendo paulatinamente de este modelo a través de las políticas del Presidente Néstor Kirchner puede servir de modelo para el resto de Latinoamérica?

No creo, básicamente es un modelo para la Argentina. El de Kirchner es un gobierno que sale de una crisis inmensa. Se puede estar contra o a favor de el, dependiendo de la posición política de cada uno, pero nunca hay que olvidarse de que es un gobierno que hay que contrastar a la situación de total desintegración del Estado y de casi anarquía que vivió Argentina en 2001. Una situación que ciertamente, en parte, fue consecuencia de las políticas del gobierno de la época, pero sobretodo fue el producto de la deuda social y los errores acumulados a lo largo de una década, de una política económica que vivió con tarjeta de crédito. Lo que explotó en Argentina es un método de desarrollo económico que terminó generando una inmensa frustración social. Por lo tanto, la receta Kirchner no es una receta para Latinoamérica, aunque sí tiene elementos que me parecen muy importantes: una apuesta fuerte por la integración del continente y para la resolución de los problemas económicos teniendo como perspectiva las consecuencias sociales de las recetas económicas. Esperemos que estas apuestas tenga éxito.

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