La Comunidad Europea está integrada por La Comunidad del Carbón y del Acero (CECA), la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA) y la Comunidad Económica Europea (CEE).
Aunque fue ideada y creada como una organización jurídica de naturaleza y fines sustancialmente económicos no ha podido substraerse al fenómeno de la denominada "fuerza expansiva" de los Derechos Humanos(5).
Hoy parece absolutamente necesario tener en cuenta, como señalaba hace unos años la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea que:
El progreso económico está al servicio del hombre y no al contrario. La Comunidad Europea no puede contentarse con ser un mercado común, por necesario que sea. Es necesario construir una Europa de los hombres y de los pueblos, una Europa en la que todo hombre y toda familia sean reconocidos en su inalienable dignidad, una Europa en la que cada cultura y cada comunidad espiritual se desarrollen y enriquezcan mutuamente, una Europa en la que inmigrados y refugiados encuentren su sitio, una Europa que vea en los países del Tercer Mundo auténticos socios...Construir esta Europa es una tarea por realizar juntos"(6).
De la exclusión, en principio, de una protección explícita de los Derechos Humanos se ha ido pasando, paulatinamente, pero cada vez con mayor fuerza, a su reconocimiento, de tal manera que incluso se ha elaborado un catálogo propio de derechos, que culminará en la aprobación -en su momento- de la futura Constitución Europea(7).
Uno de los grandes retos que tiene la Comunidad Europea es la protección de los Derechos Humanos de los inmigrantes y refugiados, procedentes de Africa y del este europeo.
Otro de los graves problemas que tiene planteada la Comunidad Europea es el de la acción de la misma respecto de la protección de los Derechos Humanos en los países del Tercer Mundo.
Existe además la necesidad de proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos europeos no sólo respecto de los Estados infractores, sino también respecto de los propios órganos de las Comunidades.